jueves, 20 de septiembre de 2007

Sobre una balsa en medio de un huracán (Reedición)


Sobre una balsa en medio de un huracán (reedición)
Por Marcelo D. Ferrer
(07/06/2006)
Fuente del artículo

Hemos creído nuestra responsabilidad advertir al gobierno argentino acerca del curso de la economía mundial y el modo en que el cambio de su tendencia afectará a nuestro país.
El gobierno debe tomar acciones de inmediato; proseguir en el curso actual producirá graves consecuencias a la ciudadanía.

La economía mundial ha iniciado un ciclo de contracción que se anuncia, de entre tantos otros modos, con la aguda caída de los mercados bursátiles; esto ha provocado entre los inversores importantes pérdidas. A ello debemos sumar la inexorable caída de los valores inmobiliarios tanto en la Euro zona como en Estados Unidos, la carestía de la tasa de interés, una mayor iliquidez financiera internacional, el alza del costo de la energía, la inexorable caída del precio de los commodities agrícolas y la consecuente caída del consumo mundial.

No se trata de un presagio, debe comprenderse esto. Es, simplemente, el inicio de un nuevo ciclo en el cual adquiere más relevancia la ganancia realizada, que la por realizarse. Esto es, un cambio en las expectativas que induce una obligada retracción de los agentes económicos.

Este cambio de expectativas reduce el marco de las relaciones económicas a un presente inmediato (dado que la proyección es incierta), conduciéndose la economía a un entorno de necesidades prioritarias que, desagregado de expectativas, afecta el volumen de las transacciones. Es por tanto, el cambio en las expectativas, el primer síntoma de contracción económica, que luego se convalidará en la economía real.

Menor envergadura de negocios se traduce en menor utilidad para las empresas, las que a su vez se ven afectadas por el incremento de sus costos: tasa de interés, energía, afectación en general de los índices de productividad. Esta situación incide sobre sus políticas de dividendos, lo que a su vez incide en la cotización de sus títulos, lo que a su vez acota su financiamiento y reduce su capacidad de inversión.

La disminución de las utilidades de las empresas y un entorno de menor demanda interna y externa, incide en la recaudación tributaria de los países, los que a su vez se ven desfavorecidos por la carestía de la tasa de interés internacional. Esto disminuye los superávit o agrava los déficit presupuestarios.

Es sabido que gran parte del financiamiento de los déficit presupuestarios de los Estados Unidos son financiados por los superávit de otras naciones. Este equilibrio se pone en riesgo ahora. De mantenerse la proyección de los déficit americanos al alza y, de proyectarse, debido a la contracción de la economía mundial, los superávit a la baja, estos países demandarán menos dólares y títulos del tesoro nacional norteamericano, haciendo que ello incida en su cotización. No creemos posible que los países pudieran absorber los excedentes financieros americanos incurriendo en déficit; y de hacerlo, no por largo plazo.

En este punto, debemos anexar un hecho crucial que viene de la mano de la tecnología. Somos de la creencia que el comercio internacional discontinuará paulatinamente el uso de papel moneda en sus transacciones. Esto afectaría los índices de monetización de la economía mundial.

De devaluarse más rápidamente el dólar, esto incidirá en su tasa de inflación y en la tasa de interés, afectando el poder adquisitivo de los consumidores americanos. Una menor presencia de esta comunidad en el mercado de consumo mundial, afectará más el ciclo de contracción de la economía mundial.

Obligadamente, Estados Unidos, debería reducir su presupuesto, lo que agudizará su retracción económica interna. La circunstancia política de este país es un hecho no menor a tener en cuenta para tal reducción presupuestaria. El estado de guerra de hecho y latente que mantiene en el Golfo de Pérsico, lo condicionan. Pero esta situación pudiera agravar todavía más el panorama de hacerse efectivas las amenazas de Irán de detener su producción de petróleo o, de darse inicio a una confrontación armada.

En otro orden, está la amenaza de pandemia de gripe aviar. Resulta impredecible tal circunstancia que, de desencadenarse, tendrá grave afectación económica.

Lo que acabamos de expresar en un lenguaje que pudiera comprender el no técnico, se encuentra abonado por hipótesis sustentadas en cálculos extraídos de datos de la realidad.

Apelación a la responsabilidad del gobierno Argentino

Superávit. A poner las barbas en remojo.

Nuestro superávit presupuestario fue y es insuficiente. Se logra en un contexto de extrema bonanza internacional y a partir de la mayor presión tributaria que el país tuviera jamás (dejando de lado la economía formal e informal; puesto que si lo informal no se puso en caja ahora, difícilmente pueda hacérselo en un marco de escasez). Decimos que es insuficiente porque este ciclo excepcional de la economía internacional que ahora finaliza, debió haber sido mejor aprovechado desde el punto de vista del ahorro y la inversión.

El crecimiento Argentino se produce por impulso del consumo de excedentes logrados en este ciclo de bonanza internacional, aprovechando el ahorro y la inversión de los 90’. Sé que es antipático esto que digo para el grado de ideologización que ha impulsado el gobierno de Néstor Kirchner, con el tiempo asumiremos la verdad. Este proceso de crecimiento inexorablemente se agotará cuando se queme lo último del combustible, y se reduzcan o desaparezcan los excedentes de diversa índole que hasta ahora producía la bonanza internacional.

Debido a las causas del crecimiento –el consumo- y a la insuficiencia de ahorro e inversión para sostenerlo, lidiamos hoy con la inflación, y enfrentaremos mañana un ciclo de escasez con agudo impacto sobre el ejido social más empobrecido.

Sin embargo, el gobierno produce un mentís tras otro agravando su responsabilidad futura, respecto del seguro reclamo que caerá sobre sus responsables cuando la crisis sea inevitable. Las cifras difundidas por el INDEC ayer y la abrumadora publicidad oficial difundiendo sólo buenas noticias, huelgan mayor abundancia a este respecto. La demagogia y la falta de previsibilidad conducen irremediablemente por malos caminos.

Sí, la contracción de la economía mundial deprimiera en tan sólo 25% el precio de nuestros commodities, la explotación agraria se tornaría deficitaria, dado los altos impuestos a las exportaciones que el estado recauda a través de las retenciones.

En ese contexto, el estado se vería obligado a reducir tales impuestos; de no hacerlo, la situación del país empeoraría en un corto plazo al abandonarse la siembra y proveerse a una mayor desocupación.

Frente a un gasto público creciente y la imposibilidad de gravar a la economía con mayores impuestos, la aparición de déficit es una cuestión de tiempo. De hecho, ya lo anuncian algunas provincias.

Pero todavía falta la cuestión energética. En cuestión de energía estamos cayendo al ojo de un embudo con el agravante de que, ahora mismo, es tarde para reencauzar la situación.

En otro orden, gran porción de nuestra economía se encuentra subsidiada. Si el estado, por una cuestión meramente presupuestaria, no pudiera ya sostener tales subsidios, esta circunstancia impactaría sobre los precios, y los precios impactarían sobre el consumo, y esto a su vez en los salarios y en el nivel de recaudación..., etc., etc.

El Presidente del Banco Central habla de reservas. Lo que no dice es cuánto nos cuestan. Un porcentaje apreciable de nuestras reservas las estamos debiendo al mercado interno y devengan el pago de intereses.

La brecha de sobre valuación cambiaria, vinculada esta al mercado de divisas, excede el ahorro nacional y los índices de monetización de la economía. Esto es, producimos mas excedentes monetarios que los que la economía demanda. Ello obliga al Banco Central a neutralizar los excedentes con emisión de títulos de deuda. Dado el contexto enrarecido de la economía, estos títulos se renuevan cada vez a menor plazo y a mayor tasa. Todo ello sin tener en cuenta el cómo este desequilibrio cambiario ha influido sobre el salario real y la inequitativa distribución del ingreso nacional.

La parte de nuestras reservas que no respaldan deuda interna, son insuficientes para el volumen de nuestra economía y nuestra deuda externa.

Desde hace tiempo venimos advirtiendo sobre todo esto; desde cuando era posible la adopción de medidas urgentes que morigeraran las consecuencias. Sin embargo, el gobierno, por ignorancia o por inconsciencia, prefirió barrenar su ola de popularidad en desmedro del futuro. ¿Sería tarde si tomara razón ahora? ¿Le asistirá tal grado de grandeza en beneficio del bien común?

(Se autoriza su difusión con mención de la fuente)
(*) MARCELO D. FERRER nació en la ciudad de La Plata, provincia de Buenos Aires, República Argentina. Es Contador Público y Licenciado en Economía; Escritor, Poeta y Ensayista. Es miembro y ha presidido diversas O.N.G. dedicadas a la educación y al servicio comunitario.
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La ausencia de cultura inflacionaria y un exacerbado nacionalismo,
confluyen en la crisis financiera mundial

Marcelo D. Ferrer
(Economista)
Fuente

Una crisis anunciada. Por años el exceso de emisión monetaria y títulos del tesoro, "apalancaron", en Estados Unidos, un crecimiento que fue alentado a la vez por las bajas tasas de interés en todo el emisferio.

Gran parte de los excedentes de liquidez se dirigieron a la especulación financiera; el resto, al consumo de bienes de propia producción (entre ellos inmuebles) y de producción extranjera, dando lugar a los tan difundidos "Déficit Gemelos". La tasa de ahorro americana descendió del 7% en los 90', a escaso 1% en la actualidad. Circunstancia que de por sí, le puso fecha a la crisis.

La moderada inflación americana, a pesar de tamaño desbarajuste fiscal, se debió lisa y llanamente a una ausencia de cultura inflacionaria de los agentes económicos, más prestos a la inversión con endeudamiento, producto de un exceso de confianza respecto de su economía, que es dueña -al menos hasta hoy- del signo hegemónico de las transacciones comerciales mundiales.

Fue por eso que el aumento de la tasa de interés por parte de la FED vigorizó el proceso que condujo al crack. La FED debió aumentar de manera moderada la tasa de corto plazo, y al tiempo, dictar medidas que regularan el mercado financiero, poniendo límites a la especulación, sin alterar en demasía los costes del sistema.

Al tiempo, la estructura fiscal del estado, debió ajustarse. Pero la loca carrera por el petróleo de oriente medio lo impidió.

Contribuyeron a la debacle los abultados superávit de quienes proveyeron azúcar al diabético.

Los Chinos compraron todo: moneda, títulos y empresas..., activos cuyos valores resultará difícil justipreciar de no mediar un freno a la crisis, alargando la catarsis a su sistema financiero.

Posee tal envergadura el apalancamiento de operaciones de función y adquisición de empresas que, de continuar la baja en la cotización de acciones, lo vivido en las pasados días pudiera ser un agradable paseo a la plaza.

Esto es así porque tales pérdidas anularían de manera insospechada -aún- las garantías de las entidades financieras, situación que pudiera inducir a una corrida maratónica de los ahorristas por recuperar sus fondos.

Este "pasar en limpio" la economía mundial no dejará indemne al dólar. Lo hemos sufrido los argentinos en varias oportunidades toda vez que se depreció nuestra moneda como consecuencia de una masa monetaria que excede al respaldo de reservas y al potencial de la economía. La caída del dólar arrastrará consigo a más del 70% de las reservas en divisas que hoy atesoran los bancos centrales de mundo, profundizando la crisis a los sistemas monetarios de los países.

Es que el respaldo del dólar hace tiempo ha dejado de ser el volumen de reservas atesoradas por la FED, para convertirse en potencialidad económica y supremacía bélica a partir de la segunda guerra, hechos que comenzaron a cuestionarse poco después del nuevo milenio.

Es por ello que, de no detenerse a tiempo la debacle financiera, nombres como Bush, Paulson o Bernanque, pasarán a la historia como los promotores de una crisis que, a su término, habrá dado inicio a un nuevo orden económico mundial.

En cuanto a Argentina... A pesar de las advertencias, seguimos sobre una balsa en medio de un huracán.

(Se autoriza su reedición con mención de la fuente)